Las mujeres de Nueva Zelanda desafían la narrativa neoliberal de "empoderamiento" en la prostitución
Esta es una traducción literal del artículo publicado en Morning Star por JO BARTOSCH
JO BARTOSCH habla con dos activistas que se enfrentan a una gran batalla con la industria del sexo en contra de su gobierno y la oposición de los movimientos dominantes.
En Nueva Zelanda, el proxenetismo y la gestión de burdeles se consideran un negocio normal.
Renee y Chelsea son mujeres que quieren cambiar eso.
La aprobación de la Prostitution Reform Act (PRA) Ley de Reforma de la Prostitución) en 2003 convirtió a Nueva Zelanda en uno de esos pocos países que despenalizan completamente la prostitución. Renee hace campañas desde fuera de la industria del sexo y Chelsea como una mujer que se gana la vida dentro de ella.
Renee comenzó a protestar contra la despenalización total de la prostitución en 2015, cuando trabajaba con una mujer llamada Rosalie Batchelor, una superviviente de la prostitución, que intentaba establecer un lugar seguro para otras mujeres que querían abandonar la industria.
Para Chelsea, fue la ira ante la narrativa mediática de "Happy Hooker" (puta feliz) lo que la llevó a "expresarse online sobre las realidades de la industria del sexo como prostituta".
Ella explica: “El ambiente dentro de los burdeles no permite la autoexpresión. Estás presionada para 'jugar el juego' y decirle a los hombres lo que quieren escuchar, seguir sus fantasías, no ser una persona real”.
Renee y Chelsea son inusuales; pocas personas en Nueva Zelanda están preparadas para hablar. Los principales medios de comunicación e incluso la mayoría del movimiento feminista dirigido por la universidad apoyan apoyan la línea promocionada por el Colectivo de Prostitutas de Nueva Zelanda (NZPC, por sus siglas en inglés) de que "el trabajo sexual es trabajo".
Renee y Chelsea están de acuerdo en que las personas prostituidas, que venden su sexo, no deben ser procesadas, pero van más allá al defender la implementación del modelo nórdico.
Chelsea explica cómo llegó a comprender que el modelo nórdico sería la mejor opción para las mujeres como ella, y para la sociedad en general: “Comencé a investigar online la prostitución, y leyendo feminismo más radical, es cuando entendí la solución, la reforma del modelo nórdico, comencé a tener seguidoras, y empecé ponerme más fuerte ".
El modelo nórdico es un sistema legal que despenaliza a todas aquellas personas que son prostituidas y al mismo tiempo mantiene sanciones penales para aquellos que compran sexo.
Se ha implementado en Suecia, Noruega, Islandia, Irlanda del Norte. Como parte del enfoque, se ofrece apoyo a quienes desean salir de la prostitución. El objetivo del modelo nórdico es apoyar a quienes están prostituidas, reducir la demanda de prostitución y prevenir el tráfico.
Chelsea rechaza con vehemencia la etiqueta "trabajadora sexual" como un higiénico eufemismo, argumentando que el término dificulta la distinción entre quienes son prostitutas y quienes se benefician de su abuso.
Chelsea explica: “Incluso como prostitutas, cuando rechazamos el término 'trabajadora sexual', somos despedidas, abusadas y eliminadas de inmediato, precisamente por personas que afirman hacerlo con el fin de apoyarnos. Hay una ironía mortal allí”.
Renee añade que señalando a la prostitución como "trabajo sexual", técnicamente "permite al propietario de la agencia de escort más grande de Inglaterra, Douglas Fox, llamarse a sí mismo" trabajador sexual”.
Desde que se aprobó la PRA, Nueva Zelanda se ha convertido en un refugio para los traficantes de sexo, aumentando las actividades ilícitas asociadas a la prostitución como el comercio sexual de niñas y niños.
Grupos como el NZPC niegan que exista algún vínculo entre la prostitución de adultos y niños.
Pero el testimonio de las personas supervivientes lo contradice, con informes de investigadores internacionales y organizaciones no gubernamentales que muestran que la mayoría de las prostitutas callejeras ingresan en la industria sexual cuando son menores.
La prostitución no es una elección hecha sin mas, y las mujeres maoríes y las de las islas del Pacífico, que en promedio tienden a ser más pobres, tienen una representación excesiva en la industria.
La organización contra la trata de personas, ECPAT, toma nota de Nueva Zelanda: "Existe una relación inexorable entre la pobreza y la explotación sexual comercial de niñas y niños, lo que lleva a un pequeño porcentaje de jóvenes empobrecidos a la prostitución para poder mantenerse a sí mismos y a sus familias".
La industria del sexo se ha incrustado en la sociedad de Nueva Zelanda y ha habido un marcado aumento en actos muy graves de violencia doméstica. Si bien puede ser poco aconsejable dar a entender que este es el resultado directo de la despenalización, la correlación es digna de ser investigada. En cambio, el gobierno ha comprometido millones de dólares en programas para reducir el estigma de vender sexo, como si fuera un "estigma" que te maten, traumaticen y vejen, en la industria, no los hombres abusivos.
Chelsea está ansiosa por ver una investigación sobre el NZPC. Ella dice: "Se presentan como un grupo de personas prostituidas en Nueva Zelanda, algo así como una unión para nosotros, por así decirlo. Pero no tienen interés en escuchar o servir a las mujeres que cuestionan o se oponen a su postura de despenalización completa. "Nunca han hecho nada que los sindicatos normalmente hacen, como trabajar por una mejor paga para las mujeres prostituidas y menos opresión por parte de gerentes y dueños de los burdeles".
Renee señala que el poder y las tácticas utilizadas por grupos como el NZPC, financiado por el gobierno, reprimen la disidencia que no se oriente en la línea de "trabajo sexual es trabajo", y de la narrativa neoliberal de "empoderamiento" y "libre elección".
“El chantaje, incluso de las supervivientes, es uno de los medios por los cuales este lenguaje se ha afianzado. Alentar a las mujeres, prostituidas o no, a creer que son las críticas a la prostitución las que crean el "estigma" que causa la violencia, constituye ese chantaje.
“Las supervivientes que contribuyeron al libro Prostitution Narratives, lanzado en 2016, también experimentaron el tipo de reacción violenta que ilustra el porqué muchas supervivientes que critican la despenalización y la prostitución en sí mismas deben quedarse calladas por su propia seguridad. Los activistas de Scarlet Alliance [la rama australiana de la Red Global de Proyectos de Trabajo Sexual] vinieron a las presentaciones de libros con la intención de interrumpir y gritar a los colaboradores."
Nueva Zelanda es una historia de advertencia, y cada vez más los gobiernos de todo el mundo están reconociendo la despenalización completa como un experimento fallido pagado con las vidas de mujeres y niñas vulnerables.
Renee y Chelsea están trabajando en un ambiente hostil, en contra de su gobierno y de los movimientos de oposición dominantes. Sin desanimarse por la cantidad de tareas que quedan por hacer, Renee nos recuerda a todos: "Si, como lo sugiere el NZPC, depende de cada mujer en la prostitución alejar a los hombres violentos haciendo "tanto ruido como sea posible para llamar la atención", entonces depende de periodistas y académicos abordar la violencia sistémica de la prostitución haciendo lo mismo".
Chelsea termina con un mensaje para las mujeres de todo el mundo:
"Nunca se callen, nuestras voces son poderosas,
y esto es evidente por lo duro que está trabajando el patriarcado para silenciarnos".
y esto es evidente por lo duro que está trabajando el patriarcado para silenciarnos".
Para obtener más información sobre el modelo nórdico, visite nordicmodelnow.org
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