LA ASISTENCIA SEXUAL COMO TAPADERA DEL PROXENETISMO

"Nos oponemos frontalmente a que el lobby proxeneta aproveche el deseo insatisfecho de las personas con discapacidad, mediante la normalización y el blanqueamiento de la figura del asistente sexual."

El próximo 26 de octubre tendrá lugar en Murcia un curso de formación concebido para "crear una red" de "asistentes sexuales" (una forma encubierta de prostitución para convertir en puteros a personas con discapacidad). Dicho curso organizado por el instituto sexológico murciano (Un centro sanitario privado multidisciplinar que se dedica a tratar e investigar: Dificultades con la erección, falta de control eyaculatorio y bajo deseo entre otras dolencias). Su director, el sexólogo Jesús Eugenio Rodríguez es además director del curso dirigido, según la información aparecida en la hoja de inscripción, a Mujeres y hombres que se dediquen al trabajo sexual, masajistas, personas interesadas en actuar como asistentes sexuales. Estudiantes de últimos años de: Grado en Psicología, Grado en Educación Social y Grado en Trabajo Social. Voluntarios y miembros de asociaciones del ámbito del Trabajo sexual.

Lo que se deduce de lo anterior es que ni siquiera tratan de disimular que, en efecto, están hablando de prostitución, se pretende vender la prostitución como servicio público casi terapéutico. Por otro lado, referirse a las disfunciones físicas como disfunciones sexuales o fisiológicas es otra manera de tratar como patologías lo que no es más que una falta de acceso a cuerpos de mujeres. Por ello, nos oponemos frontalmente a que el lobby proxeneta aproveche el deseo insatisfecho de las personas con discapacidad, mediante la normalización y el blanqueamiento de la figura del asistente sexual, para alcanzar su ansiada meta de la regulación de la prostitución sin que se produzcan protestas. Debido a ello, denunciamos la instrumentalización que el lobby proxeneta hace de las personas con discapacidad para publicitar la prostitución que vulnera los derechos humanos más básicos de mujeres y niñas, denunciamos que los cursos que este señor ofrece pretenden formar una bolsa de trabajo con la que abastecer la demanda, lo que se traduce en proxenetismo.
Si se pretende ofrecer atención a personas con discapacidad, debería ser el mismo sexólogo quien proporcionara el servicio, ya que tiene la formación necesaria para hacerlo, no buscar a mujeres prostituidas o masajistas con las que lucrarse y a las que ofrecer a los puteros (sean discapacitados o no). Esto no se diferencia ni un ápice del proxenetismo.

"Da una visión del hombre con discapacidad como una persona
 incapaz de controlar sus impulsos sexuales, incapaz de ser atractivo 
para las mujeres y dispuesta a recurrir al sentimiento de compasión 
para que no se vea tan mal el hecho de acceder a los cuerpos
 de mujeres sin discapacidad a cambio de dinero"

Se afirma que la sexualidad de las personas con discapacidad es un tabú para las personas sin discapacidad. Parece que tenemos que pedir permiso para relacionarnos entre nosotros/as y esa es la excusa perfecta para justificar la existencia de la asistencia sexual. Si se quiere disfrutar del sexo y, por esa razón, se demanda la asistencia sexual, que se hagan ellos mismos asistentes sexuales, pero sin dinero de por medio. Esa sería la mejor manera de normalizarnos en la sociedad.
Pero, incluso desde el punto de vista de los hombres con discapacidad, empujados a ser puteros, esto es negativo. Respecto a los hombres de nuestro colectivo, esto, da una visión del hombre con discapacidad como una persona incapaz de controlar sus impulsos sexuales, incapaz de ser atractivo para las mujeres y dispuesta a recurrir al sentimiento de compasión para que no se vea tan mal el hecho de acceder a los cuerpos de mujeres sin discapacidad a cambio de dinero.
Al mismo tiempo, eso convierte al hombre con discapacidad en el paradigma del hombre INCEL. Un hombre que se siente inferior a quien es el objeto de su deseo, la mujer sin discapacidad joven y atractiva, culpándola de discriminación si esta no accede a sus deseos, cuestión que se soluciona, según ese tipo de hombre, previo pago, objetivando así a la mujer totalmente.

Comunicado de Mari Mar Molpeceres. UPADD (Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia)

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En este vídeo nos cuenta una alumna que asistió a este tipo de talleres lo que se encontró


En una relación sexual, para que pueda darse consentimiento real, es imprescindible gozar de autonomía de deseo: que se desee el otro, que se desee la práctica propuesta o llevada a cabo, que se desee la manera en la que se proponga (y sin que esta pueda resultar dañina, obviamente), que se desee la duración propuesta o con la que se produce y que se desee todo lo anterior y ello se haga también en consideración con el contexto espacio-temporal (es decir que se desee considerándose el momento y el lugar en el que se produce). Todo ello debe darse por ambas partes, a esto lo podemos llamar mutualidad. De lo contrario, estamos hablando de una relación sexual que pierde su componente de “relación” y se convierte en abuso, violación, prostitución (entendida como explotación sexual) y, en cualquier caso, en una experiencia traumática o dañina como mínimo.

Todas estas variables bilaterales dejan de respetarse a través del asistente sexual como figura profesionalizada. Pues se pretende que el individuo con limitación de movilidad, con diversas capacidades o en situación de dependencia, disponga del cuerpo humano del otro como si existiese deseo sexual mutuo; algo para lo que, dicho individuo, tiene que engañarse a sí mismo (cosa que hacen ya los prostituidores para no tener cargo de conciencia). En realidad la mutualidad es lo que se incluye dentro del dinero (y el engaño) por el que se paga, estamos hablando de una mutualidad artificial; estamos hablando de la más antigua y negada de las opresiones; estamos hablando de consentimiento viciado, volvemos a hablar -cómo no- del sistema prostitucional. Un sistema que creó la palabra “puta” como falsa identidad laboral y ostras palabras como “escort”, “sugar babby”, “trabajadora sexual” y ahora “asistente sexual”. Esto son lo contrario a roles laborales porque son identidades vacías; son identidades de explotación.

El sexo constituye un deseo y por mucho que los prostituidores de nuestro país se esfuercen por negarlo, hasta el momento, ningún ser humano ha fallecido por no tenerlo. Es decir, el derecho no es al sexo con otros; el derecho es derecho a la libertad sexual, esto significa que tenemos derecho a sentir nuestro deseo; y a que ello sea lo que guíe nuestra experiencia sexual individual o compartida (en contraposición a que esta sea guiada por la coacción o violencia). Que sea este el derecho por el que luchamos y que esto no se sepa o se niegue es comprensible; las mujeres seguimos sin tener libertad sexual a pesar de siglos intentando conquistarla. Como dice la superviviente Amelia Tiganus: “No podremos hablar de igualdad entre hombres y mujeres, ni de justicia social, ni de la sociedad del buen trato mientras exista una sola mujer explotada sexualmente”.

Aparentemente desde hace dos años el Instituto Sexológico Murciano ignora esto y lo desacredita, con cursos en los que pareciera que entrena a las personas en prostitución. El que todo esto se esté produciendo es vergonzoso. Todo se tergiversa para tratar de ocultar que el deseo sexual hacia el otro no se puede comprar, y si bien, sí, el dinero empodera a quien lo necesita –claro-; ofrece seguridad, sí; confundir esto con deseo es ridículo, y sirve al propósito de negar que experimentar prácticas coitales o sexuales con una persona que no deseamos no nos dañará psicológicamente. Los psicólogos, aunque lo nieguen, saben que el coste de tener sexo sin deseo -aunque se acceda a cambio de dinero- sigue siendo el trauma, y los psicólogos que estudian la sexualidad humana deberían preocuparse por esta negación histórica en lugar de intentar lucrarse a través de la misma. Históricamente, el daño que los menores y las mujeres sufren a consecuencia de ello y de la propia negación (la violación marital no existía, la prostitución se ha entendido como labor de la mujer hacia el hombre, etc.), es incuantificable, y el trauma llega a nuestros días transmitiéndose de generación en generación. El estudio de la sexualidad humana es imposible sin reconocer todo esto. La prostitución es la instrumentalización sexual de las personas (en su mayoría menores y mujeres) y no importa si la llamamos prostitución, alterne, escort, servicio de asistentes sexuales, sugar dating, etc.

Desde la posición del abolicionismo, estamos en contra de las asistentes sexuales como figura para las personas con diversidad funcional o situación de dependencia -y para cualquier otra persona- ya que vulnera por completo los derechos humanos que tenemos independientemente de nuestro sexo, edad, procedencia, discapacidad, etnia, religión… y sobre todo vulnera el derecho a un trato digno en la esfera de la intimidad sexual. Debemos tener derecho a una alimentación, a la sanidad, la educación, a una vivienda…, pero el sexo no es un derecho ya que no es una necesidad aunque los proxenetas así lo afirmen. Las feministas no estamos en contra de que, mediante cierta asistencia y tecnologías concretas un individuo en una situación o con una condición concreta pueda alcanzar el orgasmo. La clave está en saber cuál es la tecnología que tiene que posibilitarse, cuáles son esas condiciones en las que esa “ayuda” se presta, cuáles son las condiciones que la hacen necesaria, y el porqué. De hecho no hace ninguna falta crear al asistente sexual como una nueva figura consolidada al servicio del deseo sexual de otros.

El consentimiento real no está basado en el dinero -como están queriendo hacer ver-; sino que está basado en que ambas partes dispongan de asertividad sexual. Las feministas no estamos en contra de que cierto grupo de personas con discapacidad (siempre que sea física y sólo en los casos en que realmente se haya asesorado al individuo y así constatado tal limitación) puedan recibir ayuda para alcanzar el orgasmo a través del desarrollo de tecnologías pensadas para ellos. La masturbación propia es, sin duda, una de las mayores experiencias de apego para con uno mismo. En esto, es en lo que deberían focalizarse los sexólogos cuando se trata de mejorar la calidad de vida de las personas a través de la dimensión sexual. Es decir, en lograr que, a pesar de la posible limitación, la propia persona pueda controlar (como hacemos los demás) la práctica masturbatoria durante todo el proceso sexual, es decir, que pueda hacerla suya en toda su complejidad. Una persona que, en esta situación, ha podido comunicar que es su deseo poder sentir gratificación sexual, es por ello capaz de controlar ciertas vías de comunicación y podría beneficiarse de esta tecnología autónoma. Francamente, encontrándonos en la era de la neurociencia y la tecnología, no hay excusa para la creación de estos dispositivos que incluyan reconocimiento del deseo por vías de comunicación distintas. Esto es lo que, únicamente, permitiría que, el individuo, realmente se sintiese dueño de su deseo por estar controlando todas las variables de la experiencia sexual y sintiéndose así verdaderamente autónomo y dueño de su cuerpo.

Desde un instituto en el que se estudia la sexualidad humana parece increíble que no se reconozca que, el coito u otras prácticas de sexualidad compartida son traumáticas cuando se experimentan sin mutualidad, que son contrarias a la libertad sexual. Tergiversar los conocimientos por los que las feministas hemos luchado puede justificarse porque exista una intención lucrativa detrás de todo ello; porque cuando entendemos sexo como un acuerdo comercial (como ha ocurrido en el pasado y cómo sucede en países como el Alemán), convertimos cuerpos en nichos de mercado y lugares de ocio y diversión sexual de otros. Pero cuando nos convertimos en empresarios de cuerpos ajenos para personas con diversidad funcional, además de convertirnos en lucrativos gestores de un negocio del dolor, lo hacemos sin la reprimenda social; porque probablemente recurramos a la evocación de la pena y consigamos que la sociedad olvide a las personas que son captadas para asumir esas identidades vacías de “asistente sexual”. Sin embargo, no deja de ser un mero engaño, no deja de ser egoísmo porque no hay excusa para explotar a otros, los otros no lo hacen por altruismo (de otro modo no se hablaría de dinero) y no puede existir deseo sexual; no deja de ser un sistema prostitucional y quien se lucra de la explotación de la prostitución ajena cual contratista no debe llamarse empresario, sino proxeneta.

En este caso el patriarcado define la relación sexual como un fenómeno asimétrico: alguien que paga y alguien a quien se compra pero ocultando que quien contrata es el único con derecho a deseo, la otra persona pierde por completo su autonomía de deseo y queda obligada a acallar su asertividad sexual. Bajo este esquema que se reproduce para esclavizar típicamente a mujeres, menores y personas trans (algún que otro hombre también) queda claro, las relaciones sexuales tienen poco de relaciones y mucho de esclavitud.

Para realmente poder ofrecer gratificación sexual a personas que la necesitan y están imposibilitadas para lograrlo, necesitamos algo mejor que un contrato. La sexualidad es tan compleja que no puede supeditarse a un contrato tal y como se plantea desde este instituto. Pero podemos ofrecer algo mejor desarrollando tecnología que valide su asertividad sexual posibilitando que la persona sienta control y autonomía, en lugar de proponerle que tiene que comprar a un tercero de un catálogo para que éste no pueda más que acatar y respetar las variables de su placer y deseo. De lo contrario los abusos de poder pueden suceder en ambas direcciones y la justicia ya está bastante impedida por no haber constituido un estado abolicionista como bien demuestra el último informe del ministerio fiscal –que recomendaba la implantación de la legislación abolicionista francesa-, como para tener que lidiar con el nacimiento de delitos de un nuevo sistema prostitucional adicional.

No olvidemos que, los deseos de unos no pueden pasar por encima de los derechos de otros. Recordemos que el nicho comercial de los proxenetas es el contrato sexual y ello es, y continúa siendo, la tortura invisible de muchas personas vulnerables o desamparadas; y mayormente de mujeres y menores.

María Arenas




Estamos recibiendo muchas firmas. A nivel individual hemos contabilizado unas 300 firmas de momento. En esta página visibilizamos las firmas de las organizaciones que se suman a este comunicado. Actualizamos diariamente.
  • ASFA
  • AAMM FEMINISTAS MARCELA LAGARDE
  • Asamblea 8M Alicante
  • Associació de Dones Antígona
  • Asociación Alanna
  • Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas PV
  • Asociación de mujeres de Orihuela Clara Campoamor
  • Asociación E-Mujeres
  • Asociación para Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP)
  • Asociación Por la Senda Violeta
  • Asociación Por Ti Mujer
  • Asociación Terapia y genero
  • Aspe Feminista
  • Associació feminista Isabel Alfonso Candela
  • Círculo Feminista (Asoc. Feminista Mixta)
  • COL•LECTIU DE DONES FEMINISTES DE MONTCADA
  • COL·LECTIU FEMINISTA VICTORIA SAU
  • Colectivo Feminista Pontevedra
  • Colectivo Feminista Trece Rosas de Salamanca
  • Colectivo Hiparquía
  • Coordinadora Feminista de Elche
  • Dones Abolicionistes Nova esquerra de L’Eixample
  • EScola de Pensament Femisnita Amelia Valcárcel
  • Federacio Dones progressistes
  • Front Abolicionista PV
  • Grup de Debat per la Igualtat d'Alzira
  • Grup de dones Vila real
  • IN.XURGA
  • L'ESCOLA AC ASOCIACIÓN PARA EL DESARROLLO INTEGRAL
  • Movemento Feminista A Coruña
  • Movimient Democràtic de Dones PV
  • No Violencia Hoy
  • Partido Actua Catalunya
  • Partido Feminista de España en Catalunya
  • Plataforma Abolicionista de Ciudad Real
  • Por La Senda Violeta
  • Rede Galega pola Igualdade
  • UPADD (Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia)






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