Compradores de sexo


Las actitudes y comportamientos de cosificación y deshumanización hacia las mujeres en prostitución (y mujeres en general) eran comunes entre los compradores de sexo, pero no entre los hombres que eligen no comprar sexo.
El estudio realizado en el área de Boston a 101 hombres que compran sexo y 101 hombres que no lo hacen, indicaba que las perspectivas de los compradores sexuales son similares a las de los hombres que utilizan la coerción sexual.
"Nuestros hallazgos indican que los hombres que compran sexo comparten ciertas características clave con los hombres que corren el riesgo de cometer agresiones sexuales. Quienes compran sexo, en promedio, sienten menos empatía por las mujeres que se dedican a la prostitución y las ven intrínsecamente diferentes de otras mujeres".
En otros estudios, ese menor nivel de empatía entre los hombres se ha asociado con la agresión sexual hacia las mujeres.

Los nuevos hallazgos respaldan la opinión de que la prostitución es un abuso sexual.

En esta investigación se examinaron a más de 1.200 hombres para llegar a dos grupos de hombres que eran similares en edad, origen étnico y nivel socioeconómico. Se garantizó el anonimato de los hombres y se entrevistó a cada uno durante aproximadamente dos horas. Los hombres en el estudio estaban relativamente bien informados sobre la coerción y la trata con fines de explotación sexual, y sobre muchas de las razones por las cuales las mujeres ingresaron en la prostitución.

"Esperamos que esta investigación conduzca al rechazo del mito de que los compradores de sexo son simplemente buenos tipos sexualmente frustrados", dijo Melissa Farley, autora principal del estudio y directora ejecutiva de Prostitution Research and Education , una organización sin ánimo de lucro con sede en San Francisco.

Historiales de arrestos de compradores de sexo

Arrest Histories of Men Who Buy Sex


Melissa Farley y Jacqueline M. Golding
Justice Policy Journal Volume 16, Number 1 (Spring, 2019)
© Center on Juvenile and Criminal Justice 2019

Traducido por Maria José Moreno, del Front Abolicionista PV.
Original:  www.cjcj.org/jp


Abstract/Resumen
El propósito de este estudio fue comparar la relación con la actividad criminal entre compradores de sexo y no compradores de sexo. Los compradores de sexo eran más propensos que los no compradores a cometer delitos menores, delitos graves, crímenes asociados con violencia contra las mujeres, asaltos, violaciones, crímenes con arma, crímenes contra la autoridad, haber estado sujetos a órdenes restrictivas y haber tenido cargos por violencia contra las mujeres. Los compradores de sexo que habían comprado sexo con más frecuencia, habían sido arrestados más veces, y eran más propensos a tener cargos por violencia contra la mujer, y eran más propensos a haber sido sujetos a órdenes restrictivas que los compradores del sexo que lo hacían con menos frecuencia. Los hallazgos son consecuentes con el “Confluence Model of Sexual Aggression” (Modelo de Confluencia de la agresión sexual) y con otros estudios realizados sobre violencia contra las mujeres.



Introducción

Este estudio contribuye a la literatura que busca el incremento del conocimiento de las características del perpetrador y los factores contextuales asociados con la violencia contra las mujeres. La prostitución, una actividad de género, está relacionada con altos niveles de violencia interpersonal. En un análisis de más de un centenar de estudios, los investigadores encontraron una alta prevalencia de violencia en contra de quien ejerce prostitución en varios y diferentes escenarios, con una prevalencia durante la vida o un conjunto de diferentes violencias en prostitución que van desde un 45% hasta un 75% (Deering et al. 2014).
La mitad de la muestra de las mujeres escocesas en prostitución tuvieron experiencias de violencia como haber sido golpeadas, pateadas, intentos de violación, en los 6 meses anteriores (Church, Herderson, Barnard, & Hart, 2001).
Una encuesta ocupacional reflejó que el 99% de las mujeres en prostitución fueron víctimas de violencia, y tenían con más frecuencia lesiones “que aquellos trabajadores en aquellas ocupaciones consideradas… las más peligrosas, como minería, trabajadores forestales o bomberos” (Brunschot, Sydie, & Krull, 2000).
El porcentaje de homicidios a mujeres en prostitución (204 por 100.000) es muchas más veces más alta que la de hombres taxistas (29 por 100.000) que generalmente ha sido considerado un trabajo de alto riesgo (Potterat et al., 2004).
Un estudio sobre homicidios sobre mujeres en prostitución en la calle encontró que eran un 60% más propensas a ser asesinadas que las mujeres que no se prostituyen (Salafi & James, 2008).

A pesar de esta extraordinaria alta incidencia en violencia, hay relativamente pocos estudios centrados en los autores de la violencia contra las personas que se prostituyen. Una nueva investigación clínica de compradores del sexo señaló que estos tenían una tendencia a la gratificación inmediata combinada con una baja tolerancia a la frustración, lo que frecuentemente les conduce a la criminalidad (Gibbens & Silberman, 1960). Cincuenta y cuatro años más tarde, en un estudio que investigaba sobre las correlaciones de violencia contra las "trabajadoras sexuales", Deering et al. (2014) observó una persistente laguna de información respecto a la fuente de violencia contra las prostituidas. En este artículo, estudiaremos algo sobre lo que es conocido como la naturaleza del comportamiento violento cometido contra las mujeres en prostitución, como también, las actitudes individuales y culturales que soportan esa violencia. Nuestro foco se centra en la delincuencia o criminalidad de los poco estudiados "compradores de sexo".


Marco teórico

Usamos un modelo teórico de base empírica para la predicción de violencia sexual, el multifactorial “Confluence Mediational Model of Sexual Aggression” (Modelo mediacional de Confluencia de Agresiones Sexuales) (Malamuth & Hald, 2017), para pronosticar una asociación entre la compra de sexo y la conducta criminal aparte de la de solicitar prostitución. El Modelo de Confluencia de Agresiones Sexuales explica empíricamente la compleja interrelación entre los factores que producen violencia contra las mujeres y se ha convertido en “El modelo etiológico más comúnmente usado sobre agresiones sexuales en poblaciones no encarceladas” (LeBreton, Baysinger, M., Abbey, A., & Jacques-Tiura, 2013, p. 817). Cuando ha sido comparado con otras 11 medidas, el Modelo de Confluencia ha sido superior en sus predicciones sobre agresiones sexuales (Murnen, Wright, & Kaluzny, 2002).

Una orientación antisocial interviene en dos atributos que contribuyen a la probabilidad de agresiones sexuales en el Modelo de Confluencia: la auto identificación masculina hostil y una preferencia por el sexo impersonal (Bramsen et al., 2013; LeBreton et al.., 2013; Malamuth & Pitpitan, 2007; Vega & Malamuth, 2007). La masculinidad hostil es un perfil de personalidad en el que se combinan una orientación “hostil-desconfiado” con actitudes favorables de agresión contra las mujeres; como aceptar el mito de la violación, y como también, la gratificación sexual mediante la dominación de la mujer. Otros factores de predicción de agresiones sexuales en el Modelo de Confluencia incluyen el uso de la pornografía y el consumo de alcohol (Abbey, Jacques-Tiura, & LeBreton, 2011; Abbey, Wegner, Woerner,Pegram, & Pierce, 2014).

El Modelo de Confluencia es aplicable para la compra de sexo si la prostitución es entendida como sexo impersonal y/o violencia contra las mujeres, y/o si los compradores de sexo cometen más agresiones sexuales que los que no compran sexo. La investigación descrita abajo demuestra los vínculos entre compradores de sexo y actitudes favorables hacia las agresiones sexuales y también vínculos entre la compra de sexo, violación y otros crímenes.

El uso de la pornografía ha sido asociada con la agresión sexual (Carr & VanDeusen, 2004; Stozen & MacCartney, 2016; Vega & Malamuth, 2007). El uso de la pornografía ha sido también asociado con la compra de sexo en un estudio de 110 compradores de sexo escoceses. Los usuarios más frecuentes de pornografía eran también los usuarios más frecuentes de mujeres en prostitución (Farley, Mcleod, Anderson & Golding, 2011).

El uso de alcohol ha sido asociada con el acoso o ataques sexuales (violaciones) en varios estudios transversales (Abbey, Wegner, Woerner, & Pierce, 2014) y es un factor adicional que contribuye en la predicción de agresiones sexuales en el Modelo de Confluencia. El consumo de alcohol está estrechamente conectado con el factor de sexo impersonal en el Modelo de Confluencia. (Abbey, Jacques-Tiura, & LeBreton, 2011).


La compra de sexo y actitudes favorables hacia la agresión sexual

La aceptación del mito de la violación mide las actitudes de tolerancia hacia la violación y también actitudes de permisividad y posibilidad de agresiones sexuales.
Esto es evaluado mediante las respuestas a items que justifican la violación, por ejemplo;
  • “las mujeres dicen no pero significa sí”,
  • “vestir provocativamente causa la violación”
  • “las mujeres mienten sobre haber sido violadas”
Unos cuantos estudios encontraron un fuerte vínculo entre actitudes de tolerancia a la violación y agresiones sexuales (Bohner, Jarvis, Eyssel, & Siebler, 2005; Chapleau & Oswald, 2010; Malamuth, Hald, & Koss, 2012; Stotzer & MacCartney, 2016). Los compradores de sexo arrestados, quienes más a menudo compraban prostitutas apoyaban firmemente el mito de la violación (Monto & Hotaling, 1998). Schmidt (2003) halló que hombres en edad universitaria que han usado a mujeres en prostitución informaron haber cometido más conductas sexuales coercitivas que los hombres que no habían usado mujeres en prostitución. Apoyado por los hallazgos de Schmidt (2003) se encuentran resultados similares en Farley et al., (2005) y en las observaciones de Kinnell’s(2008) donde muchos hombres que compran sexo creen que “comprar sexo les da derecho a hacer cualquier cosas que ellos quieran” o que pagar “les daba el derecho de infligir cualquier tipo de agresión que ellos eligieran”

La violencia contra las mujeres ha estado asociada con actitudes que promueven la creencia en los hombres de que ellos tienen derecho al acceso sexual de las mujeres, que ellos son superiores a las mujeres, y que tienen licencia para agredir sexualmente (Koss et al., 1994; Koss & Cleveland, 1997). Los compradores de sexo tenían niveles altos de actitudes que se sabe que están asociadas con la agresión sexual; una mayor manifestación de probabilidades de violar, una fuerte preferencia por el sexo impersonal, una mayor masculinidad hostil, y menos empatía por las mujeres en prostitución (Farley, Golding, Matthews, Malamuth, & Jarrett, 2015). Las primeras señales descritas como indicadores para la violación, son comportamientos también exhibidos por los compradores de sexo en otras investigaciones: una actitud de derecho sexual, tocamiento no deseado, persistencia, y aislamiento social (Senn et. al., 2015). Hay una correlación evidente entre haber comprado sexo alguna vez y encontrar la violación generalmente "atractiva" (Sullivan & Simon, 1998).


La compra de sexo y criminalidad

La compra de sexo ha estado vinculada a una serie de comportamientos antisociales como el hurto, la mentira crónica, el vandalismo (Lussier, Leclerc, Cale, & Proulx, 2007) y la violación.

En los Estados Unidos, los violadores eran más propensos que los no violadores a tener antecedentes por comprar sexo (Lussier, et al., 2007).

Entre los delincuentes sexuales coreanos, la compra de sexo era categóricamente asociada con la comisión de delitos sexuales (Cho, 2018).

En un estudio de varios países sobre violencia contra las mujeres, la prostitución era consistentemente asociada con la violencia en pareja (o conyugal) y fuertemente asociada con la violación fuera de la pareja (Fulu, Warner, Miedema, Jewkes, Roselli, & Lang, 2013).

Los hombres que habían pagado alguna vez por sexo eran más propensos de perpetrar una violación que los hombres que no habían pagado por sexo, en 5 muestras de 1000 hombres en cada país, Chile, Croacia, India, México, y Ruanda (Heilman, Herbert, & Paul-Gera, 2014).

En estudios comparados de los Estados Unidos, Monto and McRee (2005) contrastaron 1.672 hombres que habían sido arrestados por usar a mujeres en prostitución con hombres que no habían usado a mujeres en prostitución. Los hombres que fueron usuarios por primera vez o que repetían con mujeres en prostitución eran más propensos de haber violado a una mujer que los hombres que nunca habían usado a mujeres en prostitución.

Los hombres que alguna vez han usado a mujeres en prostitución cometieron más agresiones sexuales contra sus parejas no prostitutas que los hombres que no habían usado mujeres en prostitución (Farley et al., 2015).
Los hombres que frecuentemente usaban mujeres en prostitución era más propensos de haber cometido agresiones sexuales contra sus parejas no prostitutas que los hombres que habían usado con menos frecuencia a mujeres en prostitución (Farley et al., 2011).

Comprar sexo está también asociado con el homicidio (Potterat et al., 2004). En Canadá y en UK, entre el 62% a 65% de los homicidios de mujeres prostituidas fueron cometidos por compradores de sexo (Kinnell, 2008; Lowman, 2000).En los Estados Unidos, de 57-100% de los homicidios de mujeres prostituidas fueron cometidos por compradores de sexo (Brewer,Dudek, et al., 2007). Brewer, Potterat and colleagues (2007) compararon compradores sexuales que agredieron, violaron y/o mataron mujeres en prostitución con hombres que habían sido arrestados por solicitar prostitución pero que no habían agredido, violado o matado a ninguna mujer en prostitución, concluyendo que los compradores violentos de sexo eran más propensos a tener un historial de crímenes violentos, violación y delitos contra la propiedad.

Los informes policiales proporcionan evidencias entre compradores de sexo y otras actividades criminales. De 518 hombres que habían sido arrestados por delitos relacionados con el vicio (normalmente prostitución) durante los dos años anteriores, el 12% tenía antecedentes criminales (Brooks-Gordon, 2006). De 490 hombres arrestados en 2016-2017 por comprar sexo en Seattle/King Country, Washington, el 23% tenían antecedentes criminales anteriores (V. Richey, personal communication, April 13, 2018). Los detalles de los tipos de delitos no estaban disponibles en ninguna de esta serie de datos. La policía de Washington, D.C. observó que un grupo de 54 compradores de sexo arrestados estaban “entre los criminales más activos y violentos del distrito” que habían sido arrestados previamente por secuestro con arma (3), asalto (4), robo con arma (2), posesión de arma no registrada (3) entre otros (York, 2003). Tres de los 21 compradores de sexo arrestados en Massachussets tenían “antecedentes extensos y violentos, incluido secuestro y asalto” (Dart, 2015).



El estudio presente

Hay una necesidad de investigar más en la historia criminal sobre esos que Marttila (2008,p. 34) describió como “el sujeto invisible de la industria del sexo”. Nosotras comparamos el historial criminal de hombres que habían comprado mujeres en prostitución (compradores de sexo) con la historia criminal de una muestra combinada de hombres por edad-, etnia-, y educación, que no han usado mujeres en prostitución (no compradores de sexo).

Monto y McRee (2005) contrastaron dos formulaciones teóricas del prototipo de compradores sexuales. Una perspectiva común y corriente imagina a los compradores de sexo sin ser diferentes de los hombres en general. Esta perspectiva no advertiría diferencias en el historial criminal entre compradores de sexo y hombres que no compran sexo. Monto y McRee (2005, p.506) también describen la perspectiva peculiar del hombre que teoriza que los compradores de sexo “... se caracterizan por diferencias sociales o personales u otras distinciones cualitativas”.
Hicimos la hipótesis de que con respecto al comportamiento criminal, la perspectiva peculiar del hombre es más precisa y que el típico comprador de sexo no es el hombre común.
Específicamente:
  1. Basado en las evidencias de estudios anteriores, los compradores sexuales eran más propensos de haber violado, y también, basado en la predicción del Modelo de Confluencia donde una orientación antisocial aumenta la probabilidad de agresiones sexuales mediante la masculinidad hostil y la preferencia por el sexo impersonal, predijimos que los compradores sexuales serían más propensos a tener un historial criminal, que los no compradores de sexo. Si la prostitución no es una forma de agresión sexual, entonces la formulación teórica del Modelo de Confluencia no será relevante y no habrá diferencia entre compradores de sexo y no compradores de sexo en el historial criminal.
  2. Si la prostitución en si misma es una forma de agresión sexual, como es sugerido por investigaciones en violencia interpersonal que está vinculada a la prostitución, entonces los compradores de sexo presentarán una historia de conducta criminal más extensa, operacionalizado como un gran número de arrestos, que los no compradores de sexo. Si la prostitución es banal, y “solamente otro trabajo” entonces no habrá diferencia entre los historiales criminales de los compradores de sexo y los no compradores de sexo.
  3. Si la prostitución en si misma es una forma de agresión sexual, entonces los delitos de los compradores de sexo serán más graves que aquellos de los que no compran sexo (operacionalizado por porcentajes de autoinculpación de delitos graves). Si comprar sexo es normal en la conducta del hombre, entonces no habrá diferencia entre compradores de sexo y no compradores de sexo en la gravedad de los delitos de los dos grupos.
  4. Dada la conexión entre asalto sexual y el consumo de alcohol, predecimos que los compradores sexuales tendrán un historial de más crímenes relacionados con alcohol o drogas que los no compradores sexuales.


Metodología

Participantes

Reclutamiento: los cuestionados fueron reclutados vía anuncio en periódico (Boston Phoenix) y online (Craiglist) en Boston. MA - Estado de Massachussets -, búsqueda de hombres adultos (18 y mayores) para un estudio de investigación sobre actitudes y comportamientos sexuales. Los anuncios señalaban que las dos horas de entrevista cara a cara eran confidenciales y se ofrecía 45 dólares de honorarios. Las entrevistas se llevaron a cabo con 101 compradores de sexo y 101 no compradores de sexo. Los no compradores de sexo fueron equiparados con los compradores de sexo coincidiendo en edad, etnia y educación.

Definiciones de los dos grupos de estudio:
  • Los "compradores de sexo" eran definidos como aquellos que reconocen que habían comprado sexo de una persona en prostitución, escort, "trabajadora sexual" o masajista o intercambiado algo de valor (como comida, drogas o cobijo) por un acto sexual. 
  • Los "no compradores de sexo" eran hombres que no habían comprado a una "trabajadora sexual", masajista sexual o escort, sexo por teléfono o “lap dance” (baile en el regazo o bale privado); no haber estado en un club de striptease más de una vez en el pasado año; no haber intercambiado algo de valor por un acto sexual, y no haber usado pornografía más de una vez en la semana anterior.
Consideramos la pornografía como explotación sexual y una forma de prostitución; en la práctica, la pornografía es prostitución filmada y fundamental para el comercio sexual. Desde la perspectiva de la persona en el comercio sexual, la pornografía es experimentada como un acto de prostitución. Una superviviente de prostitución dijo “La pornografía es prostitución legalizada siempre que alguien tome fotos”.

Debido a que el uso de la pornografía es habitual, éramos conscientes de que si requeríamos el no uso de pornografía del todo, hubiera habido un número insuficiente de hombres para constituir nuestro grupo de no compradores sexuales. Nuestra decisión de incluir hombres que usan la pornografía una vez a la semana o con menos frecuencia estaba basada en los datos de dos estudios sobre la prevalencia de la pornografía usada entre hombres universitarios. Entre 595 hombres, el 76% estaban usando pornografía por Internet (N. Malamuth,personal communication, September 7, 2009),y en otro estudio, el 48% de 313 hombres de edades comprendidas entre 18-26 años usaba pornografía una vez a la semana o con más frecuencia (Carroll et al., 2008).

Muestreo: Procedimos a realizar vídeo llamadas a 1247 hombres para la selección de los dos grupos (compradores de sexo y no compradores de sexo) y para igualar los dos grupos en edad, etnia y educación. Igualamos a los participantes en estos atributos, por lo tanto, cualquier diferencia entre los grupos de compradores de sexo y no compradores de sexo no podrían ser atribuidas a diferencias entre los dos grupos en edad, etnia o educación.
Breuer por ejemplo, encontró que los compradores de sexo que muestrearon eran más jóvenes, más propensos a ser negros o hispanos, y con menos formación educativa que los no compradores de sexo (Brewer, Potterat, et al., 2007). Nosotras usamos pautas desde el Censo de Massachussets para establecer el tamaño de los grupos étnicos (U.S. Census Bureau, 2000; Metro Boston Data Common, 2010) por lo tanto, la muestra sería lo más representativa demograficamente posible de la población de la que se extrajo.
La etnia estaba clasificada como afro americano, asiático o isleño del pacífico, latino o hispano, americano nativo, americano blanco europeo o caucásico, o multirracial, y reducida en 3 categorías para el análisis en pequeñas celdas: afro americanos, americanos europeos, otros. Las personas fueron agrupadas por edad en rangos de cinco años. Clasificamos 5 niveles de educación:
  1. Nivel inferior al diploma en educación secundaria o GED (General Educational Development)
  2. Educación secundaria/GED
  3. Alguna educación superior
  4. Titulo universitaria
  5. Titulo de posgrado o titulo profesional.

Características de los participantes:

La media de años era 41 (rango 20-75) para los compradores de sexo (rango 18-77) para no compradores de sexo,
t (199) = -0.067, p = .505.

Los ingresos familiares medios anuales eran sobre los $40,000, sin una diferencia significante entre compradores de sexo y no compradores de sexo,
x2(1, N = 199) = 2.264, p = .132.

Sobre un tercio de cada grupo tenía una licenciatura universitaria (32% compradores de sexo "CS", 33% de no compradores de sexo "NCS")
Un tercio informaron algo de educación universitaria sin licenciatura (36% de CS, 34% de NCS)
y sobre una décima indicó una graduación o un grado profesional (12% de CS y 11% de NCS),
x2(4, N = 200) = 0.500, p = .974.

Ligeramente más de la mitad de cada grupo (56% de CS, 58% NCS) eran americanos europeos,
Sobre un tercio eran afro americanos (32% CS, 31% NCS)
Una pequeña proporción de la muestra eran latinos o hispanos (6% de CS, 4% NCS) ,
Multiracial (4% de CS, 6% NCS); Americanos nativos (2% CS, 0% NCS) o asiático o isleño del pacífico (o% CS, 1% NCS)
x2(2, N = 201) = 0.133, p = .936.

Una gran mayoría de los hombres (89% CS y 93% NCS) se identificaban como heterosexuales, con pocos que se identificaban como homosexuales (4% de compradores de sexo y 3% no compradores de sexo) o bisexual (7% CS y 4% NCS). Ningún cuestionado se identificaba como transgénero en ningún grupo. El 61% de los compradores de sexo y el 70% de los no compradores de sexo tenían en la actualidad mujer o novia.
x2(1, N = 199) = 1.800, p = .180.


Procedimiento

Los entrevistados, que eran anónimos, proporcionaron consentimiento por la información y se les dio contacto informativo con un trabajador social que estaba disponible para casos de agobio. El protocolo de investigación recibió la aprobación IRB del Comité de revisión de investigación en prostitución y éticas educativas (the Prostitution Research & Education Ethics Review Committee) y por la Junta de revisión de la Escuela de graduación del Pacífico de psicológica institucional (Pacific Graduate School of Psychology Institutional Review Board). Otros resultados de esta base de datos han sido publicadas previamente (Fraley et al.2015).


Técnicas de investigación

Aplicamos técnicas cuantitativas y cualitativas como una parte de entrevistas estructuradas individuales, cara a cara. Este protocolo de entrevistas ha sido usado en estudios previos de compradores de sexo (e.g. Farley et al., 2011).

El historial de arresto fue evaluado usando la pregunta, “¿Has sido alguna vez arrestado? Aquellos que respondieron “si” a esta cuestión fueron preguntados seguidamente con cuestiones que incluían el número de veces que ha sido arrestado en su vida (“si es si, ¿cuántas veces?), tipo de cargo (“¿De qué estabas acusado?), historial de condenas (“¿has estado alguna vez condenado?”), número de condenas (“¿cuántas veces?”), tipos de delitos menores (“Si es si, ¿Qué delitos menores?”), y tipos de delitos graves (“Si es si, qué tipos de delitos graves?”).

Todos los hombre fueron preguntados, “¿Has sido acusado alguna vez por actos violentos contra una mujer?” y “¿Ha tenido una orden judicial/ orden de restricción en su contra que le indica que se mantenga alejado de alguien o que no sea violento?”

Los hombres que informaron algún arresto fueron también preguntados sobre su historial de arresto por comprar a mujeres en prostitución (“ Has sido arrestado alguna vez por solicitar a una mujer en prostitución?). Los hombres que respondían que “si” a este ítem se les preguntó por la ubicación y el resultado de la detención.


Resultados

Historial de arrestos

El 63% de los compradores de sexo habían sido arrestados por algún crimen, comparado con el 47% de los no compradores de sexo,
x2 (1, N=200) =5.17, p=0.023.

De lo hombres que han sido alguna vez arrestados, el promedio en los compradores de sexo es 11,66 arrestos (SD = 19.97, rango 0 - 120, media = 6, modo = 1), mientras que los no compradores de sexo que han sido arrestados un promedio de 4,74 veces (SD = 5.49, rango 0 - 25, media = 2, modo = 1),
t (101.25) = -2.63, p = .010.

Aunque los porcentajes de condenas fueron comparables entre compradores de sexo y no compradores de sexo que habían sido alguna vez arrestados (68% de compradores de sexo y 60% de no compradores de sexo, x2 (1, N = 105) = 0.59, p = .443), hubieron otras diferencias entre los dos grupos.

En el de los compradores de sexo, 32,7% tenían un historial de ya sea de un delito grave o un delito menor, o los dos, comparado con el 14,9% de los no compradores de sexo,
x2 (1, N = 202) = 8.854, p = .0029.

El 22% de los compradores de sexo tenían al menos una condena por delito grave, comparado con el 8% de los no compradores de sexo,
x2 (1, N = 202) = 7.67, p =.006.

El 23% de los compradores de sexo tenían al menos una condena por delitos menores, comparado con el 10% de los no compradores de sexo.
x2 (1, N = 202) = 6.12, p = 0.13.

El 24% de los compradores de sexo habían sido sujetos a una orden de restricción, comparado con el 9% de los no compradores de sexo,
x2 (1, N=198) =7.82, P=0.005.

El 14% de los compradores de sexo, en comparación con el 4% de los no compradores de sexo, tenían un historial de cargos de violencia contra las mujeres.
x2 (1, N = 199) = 5.998, p = 0.014.

Mientras solo el 5% de los compradores de sexo respondieron haber sido arrestados por solicitar prostitución, sin embargo señalaron que compraron sexo en muchas ocasiones. Los compradores de sexo respondieron haber usado a mujeres en prostitución en un promedio de 54 veces (n=99, mediana=12, modo=1). Su número total de visitas a mujeres en prostitución oscila desde una hasta 600 veces.


Historial de arresto y frecuencia de uso de mujeres en prostitución

Para evaluar la relación de la frecuencia de la compra de sexo con el historial criminal comparamos los compradores de sexo en el tercil mas alto de frecuencia de compra de sexo (más de 30 veces en su vida) con aquellos que han comprado sexo menos de 30 veces.
Los compradores de sexo con un historial más extenso de uso de mujeres en prostitución (45,2%) eran más propensos que otros hombres con un historial menos extenso (14,8%) de haber sido sujetos a una orden de restricción x2 (1, N = 92) = 10.1357, p = 0.001 y eran más propensos a haber tenido cargos por crímenes de violencia contra las mujeres ,el 25.8% comparado al 9.8%, x2 (1, N = 92) = 4.0634, p = 0.0438. Los compradores más frecuentes de sexo también tenía una media más alta de veces que han sido arrestados en su vida (16.7, SD = 26.1) que los compradores de sexo menos frecuentes, (10.0, SD = 17.3), t(54) = -2.44, p = 0.0182.No había una diferencia significativa entre los compradores de sexo más o menos frecuentes en la prevalencia de ningún historial de arresto.(66.7% de más frecuentes vs. 59.7% de los compradores menos frecuentes,x(1, N = 92) = 0.419, p = .517), el historial de delitos graves (22.6% de cada grupo, x2 (1, N = 93) = 0.000, p = 1.000), historial de delitos menores (29.0% vs. 16.1%, x2 (1, N = 93) = 1.848, p= .174), o el historial por condena entre compradores de sexo con un historial de arresto (72.2% vs. 73.7%), x2 (1, N = 55) = 0.013, p = .908)


Categorías de arrestos

En un análisis descriptivo, comparamos los tipos de crímenes por cada arresto que indicaron los hombres. Los compradores de sexo eran más propensos de informar de cada categoría de crimen menos por robo (ver tabla 1) La ex jefe de la Oficina de víctimas especiales del Distrito de Queens, Alice Vachss, señaló que los crímenes, como el de suplantar a un oficial de policía, o lascivia o comportamiento lascivo, han sido empíricamente vinculados con violencia hacia las mujeres. (A. Vachss, personal communication, 2011). Ninguno de los no compradores de sexo había cometido un crimen por violencia contra las mujeres (VAWA) pero había 6 informes de estos crímenes VAWA entre los 63 compradores que habían sido alguna vez arrestados.

Los 101 compradores de sexo indicaron 30 arrestos por crímenes relacionados con usos de sustancias, un promedio de 0,30 por encuestado, la más común era posesión de marihuana (n=4) conducir bajo su influencia (n=3) y bebido (n=3) o borracho (n=2) en público. En contraste, los 101 no compradores de sexo señalaron 6 arrestos por crímenes relacionados con uso de sustancias, un promedio de 0,006 por encuestado, con posesión de marihuana (n=2), el más común respondido por este grupo. Aunque no fue posible un test estadístico significativo por las cifras pequeñas, los crímenes relacionados con el uso de sustancias fueron 5 veces más comunes entre compradores de sexo que entre los no compradores de sexo.

Adjuntamos una de las tablas del documento. 


Discusión

En una muestra comparada de 101 compradores de sexo y 101 hombres que escogieron no comprar sexo, los compradores de sexo respondieron haber cometido más crímenes, incluido delitos graves, delitos menores, crímenes asociados con la violencia contra las mujeres, asalto, crímenes con armas, crímenes contra la autoridad, allanamiento, y crímenes relacionados con el uso de sustancias. La única categoría de crimen en la que no hubo diferencias entre los grupos fue el robo. Nuestros hallazgos son consistentes con las Hipótesis 1, 2 y 3, que predecía que comparado con los no compradores de sexo, los compradores de sexo serían más propensos a tener un historial criminal, tendrían un historial criminal más extenso (i.e. más arrestos), y tendrían un historial de delitos más graves (i.e. más delitos graves). Estas hipótesis son coherentes con otras investigaciones que documentan vínculos entre la compra de sexo y una mayor probabilidad de otros historiales criminales (Cho, 2018; Fulu et al., 2013; Heilman et al., 2014; Lussier et al., 2007; Monto & McRee, 2005).

Los hallazgos sobre que los compradores de sexo están más relacionados en más actos criminales que los no compradores de sexo sugiere una necesidad de toma de conciencia por el gran público y por el sistema de justicia criminal, sobre la violencia que es endémica al comercio sexual. (Choi, Klein, Shin, & Lee, 2009; Deer, 2010; Farley et al., 2015; Hoigard & Finstad, 1986; MacKinnon, 2011; Potterat et al., 2004; Widom & Kuhns, 1996).

El Modelo de Confluencia (Malamuth & Hald, 2017), es un modelo teórico y empíricamente apropiado en el momento que la prostitución es entendida como una forma de violencia contra las mujeres, y/o si los compradores de sexo participan en más agresiones sexuales que los no compradores de sexo. Desde que el Modelo de Confluencia identifica el sexo impersonal como un factor de riesgo para la violencia hacia las mujeres, hasta el extremo de que la prostitución es en si misma sexo impersonal, los compradores de sexo son más propensos a cometer agresiones sexuales. La mayor criminalidad de los compradores de sexo y mayor frecuencia por cargos de violencia contra las mujeres son consistentes con la identificación de una orientación antisocial en el Modelo de Confluencia como un factor de riesgo por violencia contra las mujeres. (Malamuth & Hald, 2017; Malamuth & Pitpitan, 2007).

Los compradores de sexo entrevistados en este estudio indicaron muchos delitos de prostitución indetectables. Escépticas por las alegaciones de los compradores de sexo arrestados de que ellos no habían comprado sexo previamente, los agentes de la ley de Chicago sugirieron que al menos todos los compradores de sexo arrestados habían contratado prostitución en numerosas ocasiones anteriores. (Alter,2016). Lisak y Miller (2002) descubrió que los violadores tienden a ser delincuentes múltiples de violaciones indetectables.

Confirmada también la Hipótesis 4, los compradores de sexo tenían más probabilidades de tener antecedentes de arrestos relacionados con el uso de sustancias que los que no eran compradores de sexo. Este hallazgo es coherente con la investigación que documenta el consumo de alcohol como un factor de riesgo por violencia contra las mujeres.


Limitaciones de esta investigación

Es posible que los hombres que respondieron a los anuncios solicitando la participación en la investigación sobre actitudes sexuales y comportamientos, difieran en formas desconocidas de la población general de hombres, incluyendo la población general de compradores de sexo. No es posible obtener una muestra aleatoria de hombres que compran sexo (Faugier & Cranfield, 1995; McKeganey & Barnard, 1996). Dada las dificultades logísticas para obtener una muestra de hombres que compran sexo que fuese representativa de la población general de compradores de sexo, el muestreo del estudio presente explora una población diferente de los estudios previos usando muestras de hombres que habían sido arrestados por comprar sexo. Esto es importante porque descubrimos que una mayoría de compradores sexuales no habían sido nunca arrestados por solicitar prostitución.

La importancia de incluir muestras de hombres no arrestados en estudios de compradores de sexo está reflejada por Monto and McRee (2005), quienes compararon compradores de sexo arrestados con una muestra nacional de hombres que incluía compradores de sexo y no compradores de sexo. En un análisis, los compradores de sexo arrestados que respondían a las cuestiones en un programa financiado por la policía eran menos propensos a informar que ellos habían forzado alguna vez a una mujer a tener sexo (i.e. violación) (0,9%) que los hombres en la muestra nacional (3.0%, p < .001; Table 1, p. 515, columnas I and III).

Sin embargo, cuando Monto y McRee (2005) llevaron a cabo un segundo conjunto de análisis, separando los compradores de sexo y los no compradores de sexo en la muestra nacional, y comparándolos con los compradores de sexo arrestados (Table 2, p. 520, columns I and II), un resultado consistente con los hallazgos surgidos en el presente estudio: dentro de la muestra nacional, los compradores de sexo (8,8%) eran 5 veces tan propensos que los no compradores de sexo (1,7%) de informar haber coaccionado a una mujer para tener sexo, p < .001. Este análisis “presenta los contrastes más útiles e informativos” palabras de Monto y McRee (2005, p.521).

Estudios previos de compradores de sexo tendían a no comparar grupos de hombres demográficamente similares que no compraban sexo, excluyendo así una comprensión contextual de los tipos de arrestos (cuando no se utilizaron grupos de comparación). La falta de comparación proporcional en otros estudios podría haber permitido diferencias potenciales no medidas del grupo como la edad, etnia, o nivel educativo que influyen en los resultados. Las diferencias significativas que encontramos entre los dos grupos de hombres en el presente estudio ya no provienen por la edad, etnia y/o nivel educativo.

Toda la información recogida en el presente estudio fue obtenida por encuestas cerradas. Es posible que los dos grupos, compradores de sexo y no compradores de sexo, intentaran hasta cierto punto aparentar ser socialmente deseables en alguna respuesta común del cuestionario (Crowne & Marlowe, 1964). Por lo tanto, asumimos que todas las respuestas en el estudio tendieron a minimizar fenómenos socialmente indeseables como los antecedentes penales. Asumimos con cierta confianza que las cifras reportadas en este estudio es probable que sean subestimaciones y se queden cortas.


Implicaciones políticas

Deering et al. (2014) revisó la literatura cuantitativa y cualitativa sobre “factores” que configuran el riesgo de violencia contra las "trabajadoras sexuales". “Estos factores incluían entornos de políticas en los que ocurrió la prostitución, independientemente de su estado legal o ubicación física. La prostitución es un entorno que facilita la violación. “Al clasificar a algunas mujeres como receptoras justificables de sexo no deseado, los hombres sexualmente agresivos tienen concedido el permiso para ver sus acciones coercitivas contra estas mujeres, no como extremas e inaceptables, sino como parte de, y en consonancia, con la sexualidad masculina “normal”. (Koss & Cleveland, 1997, p. 9).
Investigaciones adicionales de la prostitución como una práctica socialmente sancionada, garantizan el pago por agresión sexual. Aunque la prostitución sea ilegal en la mayoría de los Estados Unidos, las prácticas de aplicación de la ley ignoran normalmente el comportamiento ilegal de los hombres que compran mujeres adultas para el sexo. Flood & Pease (2009, p. 136) señalaron que “los sistemas de justicia penal pueden tener una influencia negativa en las actitudes cuando no responden adecuadamente a las víctimas ni a los perpetradores de violencia contra las mujeres. En lugar de interrogatorios a las víctimas, es más apropiado interrogar a los compradores de sexo que normalmente tienen bastante información sobre los proxenetas, coerción, la trata y los daños de las prostitución, datos que podrían ser más útiles para el personal que aplica la ley.


Documento original:



Sobre las autoras:

Melissa Farley, Ph.D. Executive Director, Prostitution Research & Education, San Francisco, CA, mfarley@prostitutionresearch.com.
Jacqueline M. Golding, Ph.D. Professor Emeritus, Institute for Health & Aging, University of California, San Francisco, jacquelinegoldingphd@gmail.com.


Entrevista a Melissa Farley:


"Si el estudio no hubiera encontrado diferencias entre los puntos de vista de los hombres que compran sexo y los que no, podría haber dado crédito a los que abogan por la legalización y regulación de la prostitución", dijo Farley. "Sin embargo, dados los niveles significativos de actitudes y comportamientos sexualmente agresivos que se encuentran en los compradores sexuales, una política legal más avanzada sería como la que se da en Suecia y Noruega, donde la prostitución se entiende como un crimen depredador contra las mujeres marginadas económica y étnicamente", dijo.
"El modelo nórdico arresta a los compradores sexuales pero despenaliza a las personas que se prostituyen y les proporcionan servicios de asistencia y de salida".

Un hombre que compró sexo y fue entrevistado para el estudio comparó la transacción con deshacerse de una taza de café después de haber terminado de beber. "Cuando termines, lo tiras", dijo. Otro dijo de las mujeres en la prostitución: “Creo que muchas veces se sienten degradadas. Quiero decir, las que conozco no tienen confianza en sí mismas, por lo que se sienten menos que una persona y más como una mercancía ".

El modelo de Malamuth de confluencia caracteriza a los hombres que corren un mayor riesgo de cometer agresiones sexuales. Hace hincapié en varios factores de riesgo clave, que incluyen el comportamiento antisocial, la preferencia por el sexo impersonal, tratar el sexo más como un deporte que como parte de una relación íntima y la "masculinidad hostil", que incluye rasgos tales como una personalidad narcisista, hostilidad hacia las mujeres y un deseo de tener poder sobre las mujeres.



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