Alquiler de úteros es una forma de extractivismo reproductivo

Alicia Puleo: "El alquiler de úteros es una forma de extractivismo reproductivo"

Ante un planeta finito y desigual, el ecofeminismo se plantea como una respuesta que redefine al ser humano en clave feminista y una alternativa ecológica a la globalización neoliberal.

La filósofa Alicia Puleo, una de las máximas referentes en esta corriente, el ecofemiinismo, lo explica en PÚBLICO. Acaba de publicar Claves ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales (edición Plaza y Valdés) y con voz pausada y clara cuenta que aspira a un mundo verde y morado, más justo, sostenible e igualitario para animales humanos y no humanos.

 

No a la mujeres vasija
Un capítulo importante de la publicación es para las libertades con respecto al cuerpo de las mujeres. Puleo es contundente: “Si no detenemos la normalización del alquiler de úteros, estaremos ante una nueva colonización del cuerpo de las mujeres pobres”. La autora, que denuncia el mal uso de expresiones como “maternidad subrogada” o “gestación sustitutoria”, sostiene que el alquiler de úteros es una forma de extractivismo reproductivo.
“La llamada maternidad subrogada es una forma de extractivismo devastador, un elemento más de esa constante transferencia de bienes, de ese flujo de mercancías que profundiza y perpetúa la desigualdad entre el Norte y el Sur globales”, escribe en su libro.
Y de ahí, desde esa comercialización y apropiación del cuerpo de las mujeres por parte de la sociedad, bajo la máxima de la libertad, la filósofa distingue entre el patriarcado de coerción y el de consentimiento.

Patriarcado de coerción: este se daría en las sociedades que estipulan los roles y ámbitos de hombres y mujeres y castigan a las mujeres que desobedecen lo que dictan las normas en cuanto a género, ya sea en cuestión de derecho a un voto, a una educación o a ejercer profesiones liberales.

Patriarcado de consentimiento: propio de las sociedades de capitalismo avanzado, mucho más sutil, no amenaza con la represión violenta y directa a las mujeres, pero agrede y afecta a su autonomía y libre elección. “Su mecanismo es el del consumo, el de la invitación al deseo, como puede verse en la publicidad… Nadie nos encarcela si no nos vestimos a la moda, si no tenemos la silueta adecuada… pero existen poderosas incitaciones para que busquemos lo que a menudo nos incomoda o restringe nuestra libertad”, señala en el libro.

También explica la deriva de la intensificación del deseo y de la práctica sexual que lleva a lo que ella denomina una “pornosociedad”: En este esquema manda la hipersexualización, pero no una sexualidad deseable y libre sino, de nuevo, sujeta a unos mandatos impuestos.
En esas páginas, y para hablar de libertades, la autora entra también en el debate de la prostitución para recoger las palabras de Rosa Cobo:
“La industria del sexo es una realidad del patriarcado y de la economía global que expulsa a las mujeres hacia zonas de comercialización de sus cuerpos”.

Es otra forma de perpetuar una “escuela de desigualdad humana”, dice citando a la también feminista Ana de Miguel.

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